Cuando
el gobierno establece algunos temas como
políticas de Estado estas se convierten en agenda. Fue lo que hizo la
presidenta Cristina Fernández con Malvinas, como antes lo había hecho
con el 24
de marzo, la Ley de Medios o la 125, por nombrar los más significativos.
El
dispositivo comunicacional, una pared muchísimo
más grande que el gigantesco muro que Roger Waters montó en el
Monumental, no
pudo evitar el tema. Hasta Alejandro Fantino dejó de jugar con las Putas
Vip, suspendió el juicio a Florencia Peña con que se floreó en la semana
y
convocando a Nicolás Kasanzew hizo un programa sobre los actos heroicos
de los
soldados en Malvinas.
Pocos
días antes del 2 de abril de 1982, la
CGT convocó a un paro general, fue el corolario de una sucesión de
movidas que
el (siempre dividido) movimiento obrero bajo el liderazgo de Saúl
Ubaldini
y la Comisión Nacional de los 25 venía realizando desde abril de 1979
contra
los planes económicos de la dictadura militar.
La
Asociación Ilícita, que invadió Malvinas estaba comandada
por Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, y desde
diciembre de 1981 había decidido profundizar (aún más) la dependencia
económica
ungiendo como ministro de economía a Roberto Alemann.
Lanzada
la aventura y cuando se veía que EEUU no
iba a sostener el “toco y me voy” propuesto por Galtieri; Robertito
Alemann
lanzó un plan de emergencia económico que recién se haría realidad en
los años
90 de la mano de Carlos Menem. Sin ponerse colorado Alemann quiso
aprovechar la
efervescencia popular y propuso un paquete económico con desinflación,
desregulación y desestatización de la economía con privatizaciones a
mansalva.
Los
trabajadores ya venían padeciendo congelamiento
de salarios y aumento de impuestos y Alemann había decidido quitarle los
subsidios a las empresas del Estado. ¡Ojo! Sin atender las desigualdades
de
ingreso como se intenta hoy en día.
El
sueño de Alemann duró poco; la resistencia, que
había tenido su epicentro el 30 de marzo iría in crescendo y las
movilizaciones
mezclarían festejo con bronca. Porque las razones que llevaron a la
Huelga
General tenían que ver con la situación de los trabajadores, de los
argentinos
y nadie se confunde aunque algunos pretendieran dar la pelea por la
independencia
y soberanía mezclado con injusticia social. En la memoria popular las
tres
banderas van juntas.
El
dispositivo mediático, ahora como entonces, está
definido por el cerco. Las informaciones en foco ocultan muchas facetas
de la
realidad. Y, entre otras cosas, niegan la existencia del país profundo.
El 30
de marzo de 1982, además de la multitudinaria
marcha a Plaza de Mayo, hubo movilizaciones y protestas en Tucumán,
Rosario, Mar del Plata y Mendoza que dejaron un sindicalista muerto, 300
heridos y 4.500 detenidos.
En la
9 de Julio además de Ubaldini, estaban el
metalúrgico Lorenzo Miguel y el camionero Ricardo Perez. Del otro lado y
en
contra de la marcha estuvo la CGT del plástico Jorge Triacca.
En
Mendoza asesinaron a José Benedicto Ortiz,
secretario general de la Asociación de Obreros Mineros de Argentina
(AOMA),
murió cuando se manifestaba pacíficamente frente a la casa de gobierno.
El
gobernador era el civil Bonifacio Cejuela, integrante del Partido
Demócrata.
30
años después y a instancias del legislador
kirchnerista Gustavo Arena se le rindió el primer homenaje a Ortiz.
La
democratización de la comunicación, como
política de Estado es una construcción cultural.
Cristina,
tiró al ruedo el tema Malvinas: los
intelectuales de Plataforma respondieron con una posición anglofílica o,
cuanto
menos, funcional a los intereses del imperio y como sucede con la
comunicación
actual, rizomática en los resultados, también tuvo otras derivaciones
más
nacionales y populares.
Porque
antes del 2 de abril hubo un 30 de marzo
obrero, que surgió como respuesta a las políticas de Roberto Alemann,
quien
como sucede con Mauricio Macri creen que detrás de una carrera de autos o
de
una causa justa se puede colar el ajuste o la dependencia.
La
política como la historia, a pesar del muro, se
construyen diariamente y al final los ladrillos caen por el propio peso
de la
realidad.
Néstor Piccone
02/04/2012
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