“PARA QUE NO
COMAMOS MIERDA”
Luis Suarez, no había podido jugar para Uruguay en el
partido que perdió con Costa Rica. Trás la derrota, los periodistas uruguayos derramaron
una catarata de críticas sobre el equipo que dirigía el maestro Oscar Tabarez;
no admitían haber perdido contra los ticos. Primer error: los sabelotodo no
habían estudiado las posibilidades que tenía un equipo que finalmente se fue
invicto de Brasil. Luego del triunfo frente a Inglaterra Luis Suarez dijo entre llantos que quería disfrutar el momento luego de las duras críticas que había recibido él y sus compañeros. La mordida vendría luego.
Antes de la ola privatista que en la última década del
siglo pasado impuso la privatización de los Estados; los periodistas jugaban
con mucha libertad y en ese ejercicio ilusorio para una profesión liberal; en
los mundiales, se convertían en hinchas de los equipos nacionales.
Tras las privatización de los Medios, con la introducción
del modelo monopólico que construyó un dispositivo tecno-económico-mediático,
la historia cambió. La línea editorial,
dirigida por las grandes empresas que gozan de más rentabilidad que la mayoría
de los estados-nación, impuso la promoción de los intereses económicos por
sobre las nacionalidades. Para lograrlo insufló la vanidad de los periodistas y
los puso en el cenáculo de la opinión con el mandato de formatear las mentes de
los oyentes, lectores, televidentes o seguidores de las redes sociales.
Este formateo se logra a través de la construcción de un
relato en el que los pueblos no deben gozar, no deben disfrutar y lo que es
peor: los actores políticos, económicos o deportivos deben ser condenados en
tanto no respondan a los intereses de las empresas hegemónicas y de los líderes
de la valorización financiera que priorizan la reproducción de los fondos por
sobre la producción.
Si no fuera por ese formateo hecho por la perversa fábrica
de relatos no podríamos entender la actitud de periodistas que juegan para los
fondos buitre y tampoco a los relatores o comentaristas deportivos que apelan a
su mejor retórica para competir por la visión más hipercrítica frente a los
partidos de la selección nacional.
En ese camino ex – jugadores de fútbol o técnicos
devenidos en periodistas exhiben sus exiguos vocabularios y condiciones discursivas aprovechando para criticar
a los 23 jugadores y al equipo técnico de Alejandro Sabella. Y lo hacen sin hacerse
cargo de su escasa profesionalidad ni de pasados deportivos donde no siempre
jugaron como ellos pretenden que juegue la actual selección.
Argentina llegó a semifinales ganando todos los partidos,
sin ir a los penales, y exhibiendo siempre una superioridad futbolística y de
equipo frente a Bosnia, Irán, Nigeria, Suiza y ahora Bélgica.
Argentina se clasificó al mundial ganándole a Colombia,
Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador entre otros.
Sin aportar ningún dato sobre la actualidad de los
equipos ni aceptando la paridad que existe entre la mayoría de los
seleccionados que representan a 34 países estos periodistas-comentaristas construyen
triunfos que sólo se sostienen en la propia imaginación de sus mentes
iluminadas. “A Irán, a Nigeria le ganamos por goleada”, “estamos varios goles
arriba de ellos”. Autoritarios absolutos erigen una realidad mentirosa.
La selección tiene que “jugar como quiere Messi”, cuando
hace no mucho tiempo decían que Messi jugaba bien en Barcelona y nunca había
hecho nada para la selección. Se atrevieron a decir que “no canta el himno”, cuando
la parte del himno que se entona no tiene letra. El problema de la selección es
que “no juega en equipo” y además es “Messidependiente”. Cuando los goles lo
hacen otros que no es Messi, Messi juega mal; y el que hace los goles nunca
entra en el cuadro de honor del periodismo argento. Si Argentina regula el
partido es por debilidad, si juega ofensivamente (con el equipo que Messi
quiere) tenemos una defensa desastrosa o vulnerable.
Sabella recibe críticas despiadadas: a) no lidera al
grupo, b) tocó el equipo que Messi quiere y casi perdemos (aquella vez que
frente a Bosnia probó con una defensa de cinco jugadores); c) no se hace
respetar por los jugadores, argumento utilizado para criticar el humor de
Lavezzi. Los comentaristas nunca apelan a la autocrítica, total no pagan ningún
costo.
No hace falta que trabajen para el Grupo Clarín, ni que
sean hijos de Héctor Magnetto para buscar argumentos destinados a bajar la
alegría de los argentinos, será porque comparten un único IBC (Centro
Internacional de Comunicaciones) y allí se formatean narcisista y
masturbatoriamente
No miden su responsabilidad frente a los compatriotas. No
lo hacen con los fondos buitre y tampoco con la selección.
Los más perjudicados por esta actitud son los propios
jugadores de argentina.
Como bien dijo Lucas Biglia llorando como Luis Suarez
luego del partido con Inglaterra, “nosotros
leemos todo lo que se dice.”
Por eso antes del partido con Bélgica, en el vestuario,
uno de los líderes de la selección, antes de salir a la cancha arengó al grupo
con esta frase: “Hoy vamos con todo para que no tengamos que seguir comiendo
mierda.”
La mierda, es esa que la mayoría de los argentinos
tenemos que comer todos los días con las frases de quienes hablan de derrota
argentina frente a los fondos buitre o que sin ningún miramiento (luego de
cinco triunfos consecutivos) dicen que
todavía no le ganamos a nadie y que si no salimos campeones este mundial será
para olvidar.
Para ellos: coprofagia, y después: ¡decime que se siente!