domingo, 29 de diciembre de 2013

HOY NO PASA POR NACIONALIZAR EDENOR Y EDESUR




Por Néstor Piccone. Periodista, psicólogo, militante de la comunicación.
La furia no es un sentimiento mayoritario. Ya desde los griegos cuando se las representaba con cabeza de perro alas de vampiro y  serpientes  por cabello parece que las furias no eran más de tres.
La furia de nuestros días está más cerca de la locura, del enajenamiento mental, de cuando se llega al descontrol rompiendo cualquier barrera de censura social o cuando se desobedecen los mandatos de nuestro sacrosanto superyó. Cuando los  deseos se expresan violentamente. Los griegos no estaban equivocados, alguien provocaba la furia como alguien produce la locura.
No hubo furia en diciembre, ni en los saqueos de la abundancia y mucho menos con los prolongados cortes de luz que comenzaron tras la sublevación policial.
Pero la Furia aparece en la televisión, en la radio y en los diarios; es una forma de mostrar las cosas y meter miedo. De disciplinar a la sociedad.
El poder real manipula la furia. La furia es un momento de confusión provocado.
¿ Porqué saltaron los policías circa del 10 de diciembre, provocando robos y creando un clima que se llevó más de una docena de argentinos muertos?
¿Porqué saltaron los tapones en medio país y el sistema eléctrico generó un caos y no se desató la furia popular aunque igual murieron aproximadamente una media docena de argentinos?
Las policías provinciales se calmaron cuando se les prometió un sueldo similar al que gana la policía de Mauricio Macri. Igual quedó claro que semejante demostración de poder no alcanzó para producir un golpe de Estado. Hipótesis para nada descartable si hubiera alguien con capacidad de coordinar políticamente a las policías, gendarmes y prefectos. Tentación para muchos que alientan la privatización de las fuerzas de seguridad. Debilidad de un Estado aún fragmentado en nación, provincias y municipios y en la falta de planificación y acuerdos de políticas públicas a largo plazo.
La electricidad es parte de los servicios de energía del que la mayoría de los argentinos no puede prescindir. Pero el sistema privatizado en los 90 no se arregla quitándole la distribución domiciliaria a Edenor y Edesur. Las multinacionales que están detrás de esos nombres tienen una integración vertical.
Cuando el Estado manejaba la electricidad el sistema era centralizado e integraba la generación de electricidad (vía centrales térmicas o hidrícas) y el transporte interconectando a casi todo el país.
La privatización operó sobre las dos variables: fragmentó lo que estaba centralizado y habilitó un sistema de compra y venta para articular la cadena.
El objetivo no era brindar un buen servicio y menos universalizar el derecho humano  a la energía, sino maximizar los índices de ganancia entre las distintas partes. El Estado neoliberal solo atinó a crear controles para evitar desfasajes (¡?)
El kirchnerismo apeló  a los subsidios para evitar que los aumentos de las tarifas utilizaran a los usuarios como variable de ajuste. También lo hizo para alentar el incipiente proceso de industrialización.
Gracias al dinamismo del Estado se avanzó en la generación de energía por todas las vías, pero las empresas se prendieron a ese negocio y buscaron una integración entre las tres etapas.
El resultado es el que vivimos en los últimos veranos e inviernos. Cortes de luz prolongados producidos por la falta de inversión en la distribución eléctrica domiciliaria y con un sistema de tercerización laboral. Son esos obreros precarizados que integran las cuadrillas que hoy recorren los barrios con un buscapolos y algunos fusibles. Muy parecido a los que pasó con los trenes: subsidios, negocios y precarización del servicio con trabajadores poco capacitados.
Por eso la solución no pasa por nacionalizar Edenor o Edesur. Hay que discutir un sistema centralizado, integrado con participación del sector privado pero con un Estado que establezca políticas públicas con participación de la Sociedad Civil y el aporte de los trabajadores.
Eso requiere un nuevo modelo de Estado que aplique este esquema de políticas públicas elaboradas por empresas: estatales, privadas, mixtas con participación de los usuarios y beneficiarios y también con una capacitación y formación permanente de los sindicatos y trabajadores.
Un nuevo estado no es una utopía. La construcción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual demostró que se puede articular Estado con Sociedad Civil y, si se aplica correctamente, tendremos un sistema de comunicación sin monopolios y con multiplicidad de voces.




domingo, 22 de diciembre de 2013

EL OJO, EL PENDULO Y EL PARAGUAS DE CRISTINA



El péndulo de la historia argentina no es tal si se lo mira con un solo ojo. Si se niega el movimiento de la historia, de sus avances y retrocesos de sus marchas y contramarchas, de sus revoluciones y contrarevoluciones la realidad parece ser siempre la misma.
Por eso esta semana pulularon por los medios, las comparaciones con Isabel, los cortes de luz de Alfonsín y hasta el helicóptero de De la Rúa.
Los trenes eran empresas estatales; la energía: el gas, el petróleo, la electricidad, y el agua eran empresas estatales. Durante cuarenta años fue así. Las empresas privadas, utilizando cuanto Medio tuvieran a su alcance, construyeron una realidad que decía que el país andaba mal porque todo lo manejaba el Estado.
Los intereses privados que hacen del lucro su forma de vida, hasta en la guerra de Malvinas presionaron para privatizar. Pero lo que no obtuvieron bajo la dictadura militar lo concretaron en  la democracia menemista, la más liberal de la historia.
Primero fueron los canales de televisión y las radios más emblemáticas. La ola privatista no fue un invento argentino, el tsunami privado recorría el mundo, en esas épocas las elecciones las ganaban los Collor de Melo, los Reagan, las Tatcher o Silvio Berlusconi. Hasta los socialistas franceses se hacían privatistas.
Pero los Ellos ganaron y modelaron un sistema difícil de desmontar sin debate ideológico. De la mano privada avanzaron los monopolios, porque los mercados no funcionan con competencia. La cuestión era controlar el poder y el Estado.  
Lo que hizo Clarín en los medios, impuso Telefónica con Entel,  los Cirigliano-Roggio con los trenes, Iberia con Aerolíneas y Repsol con YPF.
Con la electricidad la cuestión tuvo ribetes más alarmantes ya que el desguace se hizo en tres partes. Un grupo se quedó con la generación, otro con el transporte y y otros varios (no muchos) con el sistema de distribución domiciliaria. Se trataba de montar una estructura difícil de reestatizar.
 A Raúl Alfonsín que se negaba a privatizar le tiraron cortes de luz desde la misma estructura estatal, Carlos Menem convirtió esa presión en sentido común y dijo que el sistema sólo podía funcionar en manos privadas.  Sin inversiones, con despidos masivos (pagados por el Estado) que se producían poco antes de pasar a manos privadas las empresas se hicieron cargo del negocio. Toda ganancia. Hasta que deja de serlo y entonces quienes sostuvieron la privatización quieren hacer creer que la crisis energética es producto del gobierno y no de las empresas y entonces proponen profundizar la privatización. Resultado: aumento de tarifas y que paguen los que puedan. Baja el consumo y el mismo sistema obsoleto para el 100 x 100 sirve para el 30 por ciento. Es Macri diciendo que hay que comprar generadores de electricidad o aumentar el subte a 7 pesos. Privado con privación se paga.

Los gobiernos como bien dijo Jorge Capitanich esta semana no son voceros de las empresas. Durante muchos años pareció que sí. La crisis energética no es producto del modelo kirchnerista, es sucedánea de las privatizaciones.
Pero es el gobierno el que paga los platos rotos, ya sea que las empresas tengan control estatal o privado. Le pasó a Raúl Alfonsín,  lo intentan con Cristina Fernández. Los Medios hegemónicos son privados y ellos son los voceros de ese modelo.
Gracias a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y a su forma de gestación se pudo desnudar al primer monopolio, pero el modelo que está detrás de la economía es el mismo. Los periodistas, oficialistas u opositores, por ser meros relatores de lo que ven o imaginan, no se meten con el fondo de la cuestión.
Sino, en lugar de demorarse tanto en Héctor Magnetto, podrían comenzar a descubrir  los magnetos que hay detrás del negocio privado de la electricidad, del gas, de los teléfonos.
Jorge Milton Capitanich, está semana, comenzó a perder en la imagen de los medios monopólicos; los que -sin vergüenza- volvieron a la carga con Scioli, Massa y Macri.
A favor del Capitanich está su modelo de gestión, que supera en mucho a varios secretarios y ministros que disimulaban su mediocridad bajo la sombra del paraguas de Cristina. Ese parece ser el sino del año que se viene. Cada cual de acuerdo a su capacidad.

domingo, 8 de diciembre de 2013

ANONYMUS Y EL ESTADO POLICIAL



La Semana por Néstor Piccone
El país vive una nueva etapa signada por la no re-reelección de Cristina y el límite que el físico le impuso a su gestión militante en la cima del poder político gubernamental.
En una comunidad político-mediática-empresarial donde la espectacularidad y la polémica se imponen al debate político-ideológico, la agenda comienza a ser manejada por los Conocidos de Siempre.
En el actual presente las fuerzas económicas concentradas despliegan su poderío sobre el terreno social aprovechando la falta de reconstrucción de un Estado Nacional que luce fragmentado e impotente para resolver las movidas del único sector que ostenta las armas y que está habilitado para matar: la policía.
No existe una coordinación política en las fuerzas policiales ni estas son la expresión del sector económico concentrado como sí sucede con los Medios de Comunicación.
La economía se mueve en por lo menos tres niveles: el sector privado concentrado y transnacionalizado, el narcotráfico y la sociedad organizada políticamente en tres poderes: ejecutivos, legislativos y Judicial en un marco de no demasiada clara articulación nacional, federal y comunal.
Las policías (incluyendo gendarmería y prefectura)  definidas por el Estado para resguardar la seguridad de la sociedad en su conjunto, además de estar sometidas a sucesivas contradicciones entre un Estado atomizado se infiltran en los pliegues de las distintas capas. Brindan seguridad privada a las empresas multinacionales, se entrelazan con el narcotráfico y  negocian desde las sombras con el poder político. La policía se desliza por las grietas de un Estado que hay que cambiar.
Los barras bravas en el fútbol, los dillers, los saqueadores profesionales  son algunos ejemplos claros de esta filtración policial.
Así como la política (hasta el kirchnerismo y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) delegó en los Medios concentrados la dirección y conducción del proceso programático y cultural; esa misma política dejó en manos de la propia policía la organización de la seguridad. El kirchnerismo, hasta el momento, no alcanzó a restablecer las relaciones de poder sobre las fuerzas armadas policiales, porque además existen los estados provinciales. Es una deuda pendiente de la democracia en su conjunto que tiene que ver con el Estado que se necesita para sostener la legalidad y ampliación de derechos asumida como nunca por un gobierno desde 1983 a la fecha.
Los innumerables avances y cambios alcanzados durante los últimos 10 años, si bien implicaron una recuperación simbólica y hasta fáctica (en algunos casos) del Estado Nacional y el poder popular, no alcanzaron para consolidar nuevas estructuras de participación y articulación social y económica en el marco de un nuevo Estado social.
Las leyes más revolucionarias de la etapa como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se despliegan sobre el campo minado de las estructuras del viejo modelo estatal. La AFSCA como órgano de aplicación, con las innumerables herramientas de participación con las que cuenta para democratizar la comunicación, arranca desde la estructura del viejo COMFER.
Las fuerzas armadas, desmanteladas por la democracia, no fueron reemplazadas por ninguna estructura de defensa que integrara Estado con sociedad civil. La seguridad en manos de la policía continúa con el modelo de jefatura y liderazgo de los cuadros de la propia fuerza.
En el  tratamiento del problema de los barras bravas queda muy claro: es la policía la que diagrama el ingreso a los estadios, los traslados de una ciudad o de un barrio a otro de la hinchada y también son los propios policías los que comandan la seguridad de los barrios más  humildes, los más castigados por los problemas de  inseguridad.
La policía hace demostraciones de fuerza sabiendo que sus expresiones serán televisadas, la utilización de la figura del Anonymus para difundir la asonada cordobesa es una clara demostración de que “ellos” saben lo que hacen con los imaginarios colectivos.
El Estado Nacional Argentino, a 30 años de democracia, tiene pendiente resolver sobre qué modelo se asienta y esto no se puede hacer sin participación popular.
Mientras la derecha despliega su ejército económico imponiendo los índices de inflación, la pelea por el dólar, es fundamental que las fuerzas que construyeron las bases de la década ganada no dejen en manos ajenas lo que la realidad les demanda.

lunes, 25 de noviembre de 2013

CAPITANICH Y SCIOLI LO SABEN


 
La semana por Néstor Piccone

Las decisiones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, adoptadas luego de su forzado reposo, demostraron que es la dirigente política más importante de la Argentina. La quieran, la amen o la odien, Cristina sintetiza, galvaniza el hacer político nacional.
Cristina, que sufrió este año un diagnóstico de cáncer; que tuvo que someterse a que le abrieran: primero el cuello y luego la cabeza; está  -otra vez-  en la conducción del gobierno, aunque de manera diferente. Atacada por las más deleznables construcciones mediáticas, Cristina es una mujer que nunca leería el diario de Yrigoyen y que tampoco permitirá que ningún miembro de su gabinete se subordine a las corporaciones.
Es saludable para el país que Cristina haya optado por preservarse física y psicológicamente, impidiendo de este modo que la eterna batalla político-cultural se la llevara heroicamente puesta. Si bien no es eterna, de este modo puede incidir y  mucho para que nuestro país siga en la línea de independencia y autonomía en la que el kirchnerismo lo reintrodujo.
Pase lo que pase los Medios reducen el debate a una agenda única y los periodistas a un lado y al otro del arco ideológico entran (mos) a veces mansamente en ella adoptando sentimientos encontrados.
El 27 de octubre, en la provincia de Buenos Aires, gana Sergio Massa y la sensación es que se viene la derecha: tristeza en el kirchnerismo puro y en el silvestre (que son más que el 30 por ciento que cantan las urnas).
 29 de octubre, la Corte Suprema de Justicia con la constitucionalidad de los 4 artículos que faltaban, establece que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es la ley más fuerte de la democracia desde Raúl Alfonsín a la fecha. Los clarinistas putean y los kirchneristas de todo pelaje celebran como si en 48 horas se hubiera dado vuelta la elección en las urnas.
Cristina demora una semana y a izquierda y derecha crece la incertidumbre. Sus voceros chocan contra la provocada incredulidad de los periodistas del régimen mediático-económico. Como contraparte ya no alcanza con 6,7, 8. Ante cada crisis los programas de Diego Gvirtz demuestran su obsolescencia como organizadores del movimiento kirchnerista.
La política, reducida a la pelea entre periodistas, comienza a flaquear. Lo que viene trasciende las barreras de las radios, las pantallas, los diarios y las revistas. Los periodistas no están para bajar línea ni organizar, aunque a veces Héctor Magnetto pareciera lograrlo y algunos profesionales legítimamente militantes del Proyecto Nacional lo intenten.
Y entonces el perrito, el pingüino, un video profesionalmente casero y los cambios de gabinete.
Todos leen en sintonía 2015. Pero se olvidan que detrás de las posibles candidaturas tiene que haber proyecto político, económico, cultural, social, propuesta de anclaje internacional, avance en la calidad del trabajo, la salud, la educación y la comunicación. Presidente ¿para qué?, ese es el tema del kirchnerismo y de la gente.
En el ranking audiovisual,Sergio Massa queda atrás de Jorge Capitanich..
Los kirchneristas puros y silvestres se recuperan pero al chaqueño le confían tanto como al Néstor Kirchner del 2003 cuando ganó con el 22 por ciento de los votos.
El PJ se tranquiliza, los cámporas como expresión de la juventud kirchnerista no utilizan sus voceros para fijar posición y la izquierda kirchnerista cavila.
Emilio Pérsico, contó  que  alguna vez Néstor Kirchner  -hablando a los movimientos sociales de Luis D´Elía, Edgardo Depetri, y Humberto Tumini- dijo que él  venía “a abrir el camino, luego se arreglan ustedes.”
Los movimiento sociales, los partidos de la izquierda del Frente para la Victoria, no pudieron demostrar que unidos y organizados podían ser una opción de poder y gestión de gobierno. El PJ siempre está y Capitanich y Daniel Scioli lo saben; como también saben que Cristina no regalará 10 años de gobierno.
En la cancha dibujada por la presidenta, luego de su operación, todos tienen una posibilidad. En el 2015, sin subestimar a los Medios, se podrá juzgar si cada uno asumió el  poder propio que necesitaba. La historia tiene un final abierto y apasionante y esto es lo más saludable de  la política post 27 de octubre.
Jorge Milton Capitanich parece convertir en realidad aquel sueño de Alfonsín,  cuando tras el Pacto de Olivos pergeñó un Jefe de Gabinete muy parecido a un Primer Ministro de las democracias europeas.