La Semana. Por Néstor Piccone
El deseo es un motor de la historia individual, es como
la utopía, ese afán por conquistar lo imposible que tienen los hombres y las
mujeres con pasión. Aunque el deseo nunca se satisface (Lacan dixit) y la
utopía nunca se concreta en su totalidad ambas sirven para seguir, para superar
lo inmediato.
La Argentina de los últimos diez años logró avanzar
muchos pasos hacia sus logros más importantes, pero como la utopía, en la medida
que se acercaba estos logros se corrían
unos pasos más.
Este mecanismo de aproximación a la satisfacción plena,
activa efectos ambivalentes como sucede
con todas las acciones movilizadoras de
afecto. Dan alegría pero también angustia. En ese estrecho andarivel
se desliza la vida de todos los humanos.
Los Medios operan como nunca antes sobre la vida de todos
los ciudadanos de todas las clases sociales de todo el mundo. Alguna vez, en
ocasión de una visita a la cárcel para asistir a Emilio Alí, preso político de la democracia; en la larga espera a la que todos los
servicios penitenciarios someten a los extraños tuve ocasión de ver como los
guardiacárceles se buscan o buscan a sus
amigos en las páginas de policiales de los diarios más amarillos.
Los medios generan muchas cosas. Todos somos sensibles a
aparecer en los Medios. En primer término importa poco el trato que los
diarios, canales de tevé o radios nos dediquen. Lo importante es aparecer.
Algunos creen que las personas públicas salen indemnes
del trato de los Medios. Es un error; este año, dos personajes mediáticos Viviana Canosa y Ernestina País -por
distintos motivos- saltaron de la pantalla a la vida real ambas padeciendo
efectos colaterales del combate mediático.
A diferencia de la utopía, el deseo sufre los efectos que
los mandatos producen en la interacción
de los humanos.
Ella hizo señas con las manos como indicando que al tiempo de cerrar el cajón (momento dramático en la vida de todas los personas)
de su compañero de vida, ante un cuerpo
ya sin vida prometió que lo “iba a hacer quedar bien”. Y como si hiciera falta
subrayó que ella “se mató” en ese primer
gobierno.
El 14 de setiembre de 2010 Néstor Kirchner, a 72 horas de
una intervención en su corazón, se presentó en el Luna Park, en un acto de la
juventud kirchnerista. Fue el día en el que su imagen se asoció al Eternauta de
Germán Oesterheld.
Los mandatos operan muy fuerte y los militantes de los 70 cargan en sus espaldas con un
mandato de revolución en el que además se juega la culpa de seguir vivos cuando
muchos murieron o fueron desaparecidos.
Cristina es una militante, que comenzó su acción en los
años de plomo. La muerte de Néstor y las masivas muestras de afecto le
amplificaron el mandato histórico.
La derecha que tras las PASO se lanzó a definir el modelo
de transición, como un lobo hambriento. Sin el más mínimo respeto pretende
utilizar el agobio bio-psíquico-social de la presidenta convirtiéndolo en el
pronosticado fin de época. Las pantallas muestran sus fauces con un líquido
viscoso, blancuzco, sedientos de sangre.
Apuran al pejotismo, entusiasmados con una sucesión
presidencial domesticable.
El movimiento nacional popular y latinoamericano está
hecho por humanos, algunos más capacitados, inteligentes y pasionales que
otros.
El reaseguro de la continuidad del Proyecto está en las
organizaciones sociales, sindicales, políticas, empresariales, en el pueblo, en
la gente que, creciendo de golpe, debe empoderarse para evitar que el necesario
reposo presidencial o la derrota electoral sean el festín que la manada de
lobos pretende.
Aúllan pejota porque saben que sus candidatos solo
balbucean un formato apenas electoral.
Dramáticamente el futuro vuelve a convocar participación.
Con participación y poder popular la restauración lobuna no será. Quedará
apenas en un trote lobero que por más que celebre el agotamiento de su presa,
no podrá gozar el festín.
El deseo y la utopía (de los más) juegan a favor.
6/10/2013
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