domingo, 22 de diciembre de 2013

EL OJO, EL PENDULO Y EL PARAGUAS DE CRISTINA



El péndulo de la historia argentina no es tal si se lo mira con un solo ojo. Si se niega el movimiento de la historia, de sus avances y retrocesos de sus marchas y contramarchas, de sus revoluciones y contrarevoluciones la realidad parece ser siempre la misma.
Por eso esta semana pulularon por los medios, las comparaciones con Isabel, los cortes de luz de Alfonsín y hasta el helicóptero de De la Rúa.
Los trenes eran empresas estatales; la energía: el gas, el petróleo, la electricidad, y el agua eran empresas estatales. Durante cuarenta años fue así. Las empresas privadas, utilizando cuanto Medio tuvieran a su alcance, construyeron una realidad que decía que el país andaba mal porque todo lo manejaba el Estado.
Los intereses privados que hacen del lucro su forma de vida, hasta en la guerra de Malvinas presionaron para privatizar. Pero lo que no obtuvieron bajo la dictadura militar lo concretaron en  la democracia menemista, la más liberal de la historia.
Primero fueron los canales de televisión y las radios más emblemáticas. La ola privatista no fue un invento argentino, el tsunami privado recorría el mundo, en esas épocas las elecciones las ganaban los Collor de Melo, los Reagan, las Tatcher o Silvio Berlusconi. Hasta los socialistas franceses se hacían privatistas.
Pero los Ellos ganaron y modelaron un sistema difícil de desmontar sin debate ideológico. De la mano privada avanzaron los monopolios, porque los mercados no funcionan con competencia. La cuestión era controlar el poder y el Estado.  
Lo que hizo Clarín en los medios, impuso Telefónica con Entel,  los Cirigliano-Roggio con los trenes, Iberia con Aerolíneas y Repsol con YPF.
Con la electricidad la cuestión tuvo ribetes más alarmantes ya que el desguace se hizo en tres partes. Un grupo se quedó con la generación, otro con el transporte y y otros varios (no muchos) con el sistema de distribución domiciliaria. Se trataba de montar una estructura difícil de reestatizar.
 A Raúl Alfonsín que se negaba a privatizar le tiraron cortes de luz desde la misma estructura estatal, Carlos Menem convirtió esa presión en sentido común y dijo que el sistema sólo podía funcionar en manos privadas.  Sin inversiones, con despidos masivos (pagados por el Estado) que se producían poco antes de pasar a manos privadas las empresas se hicieron cargo del negocio. Toda ganancia. Hasta que deja de serlo y entonces quienes sostuvieron la privatización quieren hacer creer que la crisis energética es producto del gobierno y no de las empresas y entonces proponen profundizar la privatización. Resultado: aumento de tarifas y que paguen los que puedan. Baja el consumo y el mismo sistema obsoleto para el 100 x 100 sirve para el 30 por ciento. Es Macri diciendo que hay que comprar generadores de electricidad o aumentar el subte a 7 pesos. Privado con privación se paga.

Los gobiernos como bien dijo Jorge Capitanich esta semana no son voceros de las empresas. Durante muchos años pareció que sí. La crisis energética no es producto del modelo kirchnerista, es sucedánea de las privatizaciones.
Pero es el gobierno el que paga los platos rotos, ya sea que las empresas tengan control estatal o privado. Le pasó a Raúl Alfonsín,  lo intentan con Cristina Fernández. Los Medios hegemónicos son privados y ellos son los voceros de ese modelo.
Gracias a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y a su forma de gestación se pudo desnudar al primer monopolio, pero el modelo que está detrás de la economía es el mismo. Los periodistas, oficialistas u opositores, por ser meros relatores de lo que ven o imaginan, no se meten con el fondo de la cuestión.
Sino, en lugar de demorarse tanto en Héctor Magnetto, podrían comenzar a descubrir  los magnetos que hay detrás del negocio privado de la electricidad, del gas, de los teléfonos.
Jorge Milton Capitanich, está semana, comenzó a perder en la imagen de los medios monopólicos; los que -sin vergüenza- volvieron a la carga con Scioli, Massa y Macri.
A favor del Capitanich está su modelo de gestión, que supera en mucho a varios secretarios y ministros que disimulaban su mediocridad bajo la sombra del paraguas de Cristina. Ese parece ser el sino del año que se viene. Cada cual de acuerdo a su capacidad.

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