La
Semana por Néstor Piccone
El país vive una nueva etapa signada por la no
re-reelección de Cristina y el límite que el físico le impuso a su gestión
militante en la cima del poder político gubernamental.
En una comunidad político-mediática-empresarial donde la
espectacularidad y la polémica se imponen al debate político-ideológico, la
agenda comienza a ser manejada por los Conocidos de Siempre.
En el actual presente las fuerzas económicas concentradas
despliegan su poderío sobre el terreno social aprovechando la falta de
reconstrucción de un Estado Nacional que luce fragmentado e impotente para
resolver las movidas del único sector que ostenta las armas y que está
habilitado para matar: la policía.
No existe una coordinación política en las fuerzas policiales
ni estas son la expresión del sector económico concentrado como sí sucede con
los Medios de Comunicación.
La economía se mueve en por lo menos tres niveles: el
sector privado concentrado y transnacionalizado, el narcotráfico y la sociedad
organizada políticamente en tres poderes: ejecutivos, legislativos y Judicial
en un marco de no demasiada clara articulación nacional, federal y comunal.
Las policías (incluyendo gendarmería y prefectura) definidas por el Estado para resguardar la
seguridad de la sociedad en su conjunto, además de estar sometidas a sucesivas
contradicciones entre un Estado atomizado se infiltran en los pliegues de las
distintas capas. Brindan seguridad privada a las empresas multinacionales, se
entrelazan con el narcotráfico y negocian desde las sombras con el poder
político. La policía se desliza por las grietas de un Estado que hay que
cambiar.
Los barras bravas en el fútbol, los dillers, los saqueadores
profesionales son algunos ejemplos
claros de esta filtración policial.
Así como la política (hasta el kirchnerismo y la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual) delegó en los Medios concentrados la
dirección y conducción del proceso programático y cultural; esa misma política
dejó en manos de la propia policía la organización de la seguridad. El kirchnerismo,
hasta el momento, no alcanzó a restablecer las relaciones de poder sobre las
fuerzas armadas policiales, porque además existen los estados provinciales. Es
una deuda pendiente de la democracia en su conjunto que tiene que ver con el
Estado que se necesita para sostener la legalidad y ampliación de derechos
asumida como nunca por un gobierno desde 1983 a la fecha.
Los innumerables avances y cambios alcanzados durante los
últimos 10 años, si bien implicaron una recuperación simbólica y hasta fáctica
(en algunos casos) del Estado Nacional y el poder popular, no alcanzaron para consolidar
nuevas estructuras de participación y articulación social y económica en el
marco de un nuevo Estado social.
Las leyes más revolucionarias de la etapa como la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual se despliegan sobre el campo minado de
las estructuras del viejo modelo estatal. La AFSCA como órgano de aplicación,
con las innumerables herramientas de participación con las que cuenta para
democratizar la comunicación, arranca desde la estructura del viejo COMFER.
Las fuerzas armadas, desmanteladas por la democracia, no
fueron reemplazadas por ninguna estructura de defensa que integrara Estado con
sociedad civil. La seguridad en manos de la policía continúa con el modelo de
jefatura y liderazgo de los cuadros de la propia fuerza.
En el tratamiento
del problema de los barras bravas queda muy claro: es la policía la que
diagrama el ingreso a los estadios, los traslados de una ciudad o de un barrio
a otro de la hinchada y también son los propios policías los que comandan la
seguridad de los barrios más humildes,
los más castigados por los problemas de
inseguridad.
La policía hace demostraciones de fuerza sabiendo que sus
expresiones serán televisadas, la utilización de la figura del Anonymus para
difundir la asonada cordobesa es una clara demostración de que “ellos” saben lo
que hacen con los imaginarios colectivos.
El Estado Nacional Argentino, a 30 años de democracia,
tiene pendiente resolver sobre qué modelo se asienta y esto no se puede hacer
sin participación popular.
Mientras la derecha despliega su ejército económico
imponiendo los índices de inflación, la pelea por el dólar, es fundamental que
las fuerzas que construyeron las bases de la década ganada no dejen en manos
ajenas lo que la realidad les demanda.
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