domingo, 8 de diciembre de 2013

ANONYMUS Y EL ESTADO POLICIAL



La Semana por Néstor Piccone
El país vive una nueva etapa signada por la no re-reelección de Cristina y el límite que el físico le impuso a su gestión militante en la cima del poder político gubernamental.
En una comunidad político-mediática-empresarial donde la espectacularidad y la polémica se imponen al debate político-ideológico, la agenda comienza a ser manejada por los Conocidos de Siempre.
En el actual presente las fuerzas económicas concentradas despliegan su poderío sobre el terreno social aprovechando la falta de reconstrucción de un Estado Nacional que luce fragmentado e impotente para resolver las movidas del único sector que ostenta las armas y que está habilitado para matar: la policía.
No existe una coordinación política en las fuerzas policiales ni estas son la expresión del sector económico concentrado como sí sucede con los Medios de Comunicación.
La economía se mueve en por lo menos tres niveles: el sector privado concentrado y transnacionalizado, el narcotráfico y la sociedad organizada políticamente en tres poderes: ejecutivos, legislativos y Judicial en un marco de no demasiada clara articulación nacional, federal y comunal.
Las policías (incluyendo gendarmería y prefectura)  definidas por el Estado para resguardar la seguridad de la sociedad en su conjunto, además de estar sometidas a sucesivas contradicciones entre un Estado atomizado se infiltran en los pliegues de las distintas capas. Brindan seguridad privada a las empresas multinacionales, se entrelazan con el narcotráfico y  negocian desde las sombras con el poder político. La policía se desliza por las grietas de un Estado que hay que cambiar.
Los barras bravas en el fútbol, los dillers, los saqueadores profesionales  son algunos ejemplos claros de esta filtración policial.
Así como la política (hasta el kirchnerismo y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) delegó en los Medios concentrados la dirección y conducción del proceso programático y cultural; esa misma política dejó en manos de la propia policía la organización de la seguridad. El kirchnerismo, hasta el momento, no alcanzó a restablecer las relaciones de poder sobre las fuerzas armadas policiales, porque además existen los estados provinciales. Es una deuda pendiente de la democracia en su conjunto que tiene que ver con el Estado que se necesita para sostener la legalidad y ampliación de derechos asumida como nunca por un gobierno desde 1983 a la fecha.
Los innumerables avances y cambios alcanzados durante los últimos 10 años, si bien implicaron una recuperación simbólica y hasta fáctica (en algunos casos) del Estado Nacional y el poder popular, no alcanzaron para consolidar nuevas estructuras de participación y articulación social y económica en el marco de un nuevo Estado social.
Las leyes más revolucionarias de la etapa como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se despliegan sobre el campo minado de las estructuras del viejo modelo estatal. La AFSCA como órgano de aplicación, con las innumerables herramientas de participación con las que cuenta para democratizar la comunicación, arranca desde la estructura del viejo COMFER.
Las fuerzas armadas, desmanteladas por la democracia, no fueron reemplazadas por ninguna estructura de defensa que integrara Estado con sociedad civil. La seguridad en manos de la policía continúa con el modelo de jefatura y liderazgo de los cuadros de la propia fuerza.
En el  tratamiento del problema de los barras bravas queda muy claro: es la policía la que diagrama el ingreso a los estadios, los traslados de una ciudad o de un barrio a otro de la hinchada y también son los propios policías los que comandan la seguridad de los barrios más  humildes, los más castigados por los problemas de  inseguridad.
La policía hace demostraciones de fuerza sabiendo que sus expresiones serán televisadas, la utilización de la figura del Anonymus para difundir la asonada cordobesa es una clara demostración de que “ellos” saben lo que hacen con los imaginarios colectivos.
El Estado Nacional Argentino, a 30 años de democracia, tiene pendiente resolver sobre qué modelo se asienta y esto no se puede hacer sin participación popular.
Mientras la derecha despliega su ejército económico imponiendo los índices de inflación, la pelea por el dólar, es fundamental que las fuerzas que construyeron las bases de la década ganada no dejen en manos ajenas lo que la realidad les demanda.

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